Carlos Briones:
“La vida es muy tozuda; se abre camino en condiciones y entornos increíbles”
El investigador del Centro de Astrobiología (CAB-INTA) en el CSIC realiza un profundo viaje desde lo diminuto hasta lo inabarcable en su libro ‘¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el Cosmos’

MADRID, 11 de octubre de 2021. En 2020 Carlos Briones publicaba su tercer libro: ¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el cosmos (Ed. Crítica, Colección Drakontos). En algo más de 500 páginas, este investigador en el Centro de Astrobiología (CAB-CSIC-INTA) y doctor en Bioquímica y Biología Molecular, realiza un profundo viaje desde lo pequeño -la química que da paso a la biología- hasta lo inabarcable -la búsqueda de vida en otros planetas o satélites- para intentar dar respuesta a preguntas tan eternas como el propio pensamiento.
PREGUNTA: ¿Cómo de antigua es la pregunta que tratas de responder en tu libro?
RESPUESTA: Probablemente desde que los humanos comenzamos a mirar al cielo estrellado nos planteamos estas mismas preguntas; empezamos a vernos pequeñitos en la inmensidad del Cosmos, comenzamos a pensar qué puede haber en torno a esos puntos luminosos, cómo hemos llegado hasta aquí y si puede haber otros seres vivos fuera de nuestro planeta. Creo que es de las preguntas más antiguas de la humanidad: saber si estamos solos o acompañados.
P: ¿Y cuándo pasó a ser una pregunta que trataba de responder la ciencia?
R: Ya en la Grecia clásica había muchos pensadores que se plantearon esto de una forma más o menos abierta, en el marco de la filosofía, pero es en el Renacimiento cuando se acaba convirtiendo en una pregunta científica. El propio Galileo nos enseña a mirar otros mundos y a preguntarnos por la dinámica celeste, luego Newton introdujo la física que rige esos movimientos… y más adelante vino la parte química y biológica: ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de vida? ¿Qué características puede tener y qué ejemplos distintos de vida podemos encontrar? Todas estas corrientes se fusionaron a mediados del siglo pasado, y comenzaron a dar sus frutos en el campo de la Astrobiología desde hace tres décadas.
P: En el libro defines la vida desde un punto de vista biológico como un sistema químico que presenta estas tres características: compartimento, metabolismo y capacidad de replicación. ¿A quién compete valorar qué es y qué no es la vida?
R: Realmente, a cada persona que le preguntes qué es la vida te va a dar una respuesta distinta, dependiendo de su campo de estudio. La filosofía tiene sus explicaciones, la física las suyas, los biólogos y bioquímicos tenemos definiciones distintas también, pero actualmente siempre incluyen compartimento, metabolismo y replicación de un material genético como características indispensables. Por otra parte, la evolución siempre está presente en las definiciones de vida. Desde la física y la química se habla de un sistema lo suficientemente complejo en cuanto al repertorio molecular y a un estado fuera del equilibrio termodinámico para definir a un ser vivo, que permite la disminución de entropía dentro de él. Dependiendo de la disciplina científica, la definición de lo que es la vida será muy diferente, pero todas son interesantes.
P: El carbono y el agua son elementos indispensables para la vida en la Tierra. Aun así, ¿podrían llegar a formarse moléculas tan complejas como el ADN, el ARN o las proteínas utilizando otros elementos distintos o estamos limitados por la lógica de la química?
R: Muy buena pregunta. Desde el punto de vista químico, los científicos estamos de acuerdo en que la vida requiere carbono y agua. El agua que te estás bebiendo ahora mismo es un extraordinario disolvente acomoda muchas reacciones entre moléculas en su seno, y además es muy abundante (en estado líquido, en forma de vapor o como hielo) en el Universo. En ese sentido no hay ningún disolvente alternativo al agua que funcione tan bien y que se encuentre en estado líquido en un rango tan amplio de temperaturas. Lo mismo ocurre con el carbono como elemento para construir moléculas: es un átomo de pequeño tamaño, muy electronegativo, con gran capacidad de formar enlaces covalentes y por tanto construir moléculas muy complejas.
P: Y cuando hablamos de posibles vidas basadas en otros elementos, ¿se trata de niveles de dificultad o practicidad, o directamente es imposible?
R: Podríamos pensar en otros elementos como el azufre o el silicio, muy de moda en la ciencia ficción, pero cuando observas como químico qué posibilidades tienen… no hay lugar. La química del silicio, que es “el vecino de abajo” del carbono en la tabla periódica, es muy pobre; solo se une al hidrógeno y al oxígeno, y además lo hace en unas condiciones en las que es tan estable que no tiene reactividad, o bien no puede llegar a formar moléculas que se mantengan en el tiempo. Sería imposible una química compleja basada en silicio. Como suelo decir en las charlas, el silicio es muy bueno para construir un iPhone, pero no para formar una bacteria.
P: Y en cambio, el carbono…
R: El carbono ha dado lugar hasta la fecha, que sepamos, a más de quince millones de moléculas distintas, naturales o artificiales. No hay alternativa para formar moléculas complejas, que es lo que requiere la vida. Dicho esto, a partir el agua y el carbono podrías tener bioquímicas totalmente distintas a la que ha triunfado en nuestro planeta. Por eso tenemos que estar muy abiertos a encontrar otras vidas definidas por la combinación de compartimento/metabolismo/replicación, pero formadas por biomoléculas distintas, que por ejemplo no contengan proteínas ni ácidos nucleicos.
P: En tu libro comentas que para la vida no era realmente “necesario” evolucionar hacia sistemas pluricelulares más complejos. ¿Sería una rareza, entonces, encontrar organismos pluricelulares en otro lugar del Universo?
R: Realmente, desde el punto de vista biológico no existe una flecha que nos indique que de lo unicelular tenga que surgir lo pluricelular. De hecho, en nuestro planeta quizá no habrían surgido organismos pluricelulares si no se hubiera producido antes un gran aumento de oxígeno molecular producido por seres unicelulares, las cianobacterias. Yo creo que podrían existir muchos lugares en el Cosmos con vida microbiana donde no se haya dado el paso (ni probablemente se vaya a dar nunca) a la pluricelularidad. En nuestro caso, por lo que conocemos de la biodiversidad terrestre, esta vida pluricelular representa solo el 15 % del total. Es decir, seguimos viviendo en un mundo de microorganismos: Ellos son sus dueños y protagonistas.
P: ¿Presenta la pluricelularidad algunas ventajas, al menos?
R: Algunas ventajas y algunos problemas. Una de sus consecuencias es que al ser pluricelular y tener reproducción sexual eres mortal: tus células germinales pueden prevalecer si te reproduces, pero en cualquier caso las demás (somáticas) dejan de ser necesarias al cabo de un cierto tiempo y el organismo muere. La muerte no es, por tanto, consecuencia de la vida sino de la pluricelularidad y de la división sexual. Y este tipo de “muerte programada” apareció unos 2.000 millones de años después de la vida. Interesante, ¿verdad? La vida pluricelular no era necesariamente ventajosa, lo que ocurre es que los seres pluricelulares sí que podemos hacer algunas cosas más gracias a la especialización de tipos celulares y la formación de tejidos. Con todo, sería perfectamente posible que haya muchos planetas o satélites con algo parecido a microorganismos… y que ahí se acabe, digamos, la complejidad de la biología. De hecho, siempre decimos que los pluricelulares somos “más complejos”, pero estamos pensando en cuestiones morfológicas. En ese sentido por supuesto somos más complejos y variados, pero los microorganismos lo son mucho más desde el punto de vista del metabolismo y de su capacidad de adaptación.
P: ¿A qué se debe exactamente esa facultad para moldearse a las circunstancias?
R: Por lo que sabemos, los microorganismos han explorado todos los metabolismos posibles en nuestro planeta. Los eucariotas no inventamos ningún metabolismo: Los tomamos prestados o secuestrados. Respiramos porque ya existían microorganismos que respiraban. A nivel metabólico ellos son mucho más plásticos, mucho más adaptables que nosotros. Tienen, además, tasas de mutación algo más altas… y esa característica llega al extremo en el caso de los virus con genoma de ARN, cuyas tasas de mutación son aproximadamente 100.000 veces más altas que la de los seres pluricelulares. Los virus son máquinas replicativas especializadas en el tráfico de genes, han “tuneado” mucho el árbol de la vida fomentando la transferencia horizontal de genes entre sus ramas, aunque volviendo a la definición de vida no se les pueda considerar seres vivos.
P: Claro, no tienen capacidad metabólica si no es gracias a su huésped…
R: Exacto. Pero, aunque no sean seres vivos como tal sí son agentes fundamentales para la dinámica de la vida y para la construcción de los ecosistemas. Como ves, el tema de la complejidad depende mucho de los criterios que tengas en cuenta. En biología, lo que te puede parecer una complejidad maravillosa, como puede ser el ojo de un animal o por supuesto nuestro cerebro, cuando lo comparas con una bacteria que puede respirar o realizar fotosíntesis en función de que tenga oxígeno o no… lo comprendes perfectamente, ¡lo suyo sí que es complejo a nivel bioquímico y metabólico!
P: Decían en Parque Jurásico que “la vida se abre camino”. En nuestro planeta hay muchos ejemplos de lugares más o menos remotos con condiciones extremas donde existe vida. Quizás lo complicado es que surja, pero una vez lo hace, ¿qué es más probable, que esta se extinga o que evolucione para adaptarse a su entorno?
R: Es una pregunta que nos hacemos constantemente. Cuando repasas la historia de la vida en la Tierra te encuentras con grandes eventos de pérdida de biodiversidad y extinciones masivas, pero “la vida”, como tal, siempre ha prevalecido. Eso nos lleva a pensar que, si la vida ha surgido en otro lugar (sea por ejemplo en Marte, Encélado o Europa), probablemente haya sido capaz de sobrevivir a pesar de lo que haya ocurrido allí a lo largo del tiempo.
P: ¿Cómo podría haber prevalecido la vida?
R: Pongamos el ejemplo de Marte: la superficie del planeta rojo no es habitable hoy en día sobre todo porque está sometida a una gran dosis de radiación, pero sabemos que el planeta sí tiene agua líquida en su interior, y el hielo abunda también en dicha superficie. ¿Es probable que la vida haya desaparecido por completo si hubiera surgido hace unos 3.500 millones de años, más o menos a la vez que en la Tierra? Soy partidario de pensar que si surgió allí, probablemente acabó adaptándose a vivir bajo la superficie, encontrando microambientes con algo de energía utilizable, agua, sales y moléculas orgánicas. Quizás la vida haya colonizado estos entornos y se encuentre aún allí. El reto será detectarla, claro… Pero la vida es, como tú bien dices, muy resiliente, muy tozuda. Se adapta, se abre camino, y la evolución por selección natural te ayuda a sobrevivir en entornos increíbles y resistiendo rangos muy amplios de las variables fisicoquímicas.
Lucía Casas / Beca CSIC-FBBVA Comunicación Científica
Camilla Danielski:
“Necesitamos estudiar las atmósferas para saber si un planeta es potencialmente habitable”
La astrofísica del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) participa en un equipo internacional que ha descubierto un sistema planetario que podría asemejarse al futuro del nuestro tras la ‘muerte’ del Sol

GRANADA, 22 de octubre de 2021. El pasado 13 de octubre se hacía público el descubrimiento de un sistema planetario formado por una enana blanca y un planeta poco más masivo que Júpiter. Este hallazgo muestra que algunos planetas lo suficientemente alejados pueden sobrevivir al proceso mediante el cual una estrella similar al Sol se convierte en gigante roja, aumentando su tamaño y “devorando” a los planetas cuyas órbitas sean más cercanas hasta convertirse, finalmente, en una enana blanca. Camilla Danielski, doctora en Astrofísica e investigadora postdoctoral del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) en Granada, forma parte del equipo que detectó este interesante sistema planetario que recuerda y emula al futuro del Sistema Solar.
PREGUNTA: Un equipo internacional en el que trabaja ha descubierto en la Vía Láctea un planeta joviano que orbita alrededor de una enana blanca, que es un tipo de estrella muy peculiar: es un remanente, lo que queda después de que una estrella agote todo su “combustible”. ¿Por qué es importante este hallazgo?
Respuesta: Hasta ahora es el único planeta que hemos detectado alrededor de una enana blanca. Se trata de un planeta tan solo un poco más masivo que Júpiter. Este tipo de planetas de tipo joviano son gaseosos porque su núcleo logra alcanzar una gran masa antes de la dispersión del disco protoplanetario, permitiendo que el planeta capture y retenga gas como hidrógeno y helio en su atmósfera masiva. Además, otro dato curioso es que el planeta no está cerca de su estrella; todo lo contrario, su órbita es lejana. Nunca habíamos observado esto.
P: ¿Por qué es relevante el hecho de que se encuentre en una órbita lejana?
R: Esa es la verdadera novedad. Sabemos, gracias a nuestros estudios sobre formación de sistemas estelares, que la probabilidad de que un planeta se forme después de que la estrella se convierta en una enana blanca es muy baja, casi imposible.
El planeta tuvo que formarse antes de que la estrella agotase su combustible hasta convertirse en una enana blanca. Es decir, este planeta habría sobrevivido a la evolución de su estrella. Esto nos permite ver cómo podría ser nuestro Sistema Solar en el futuro: cuando nuestra estrella se convierta en una gigante roja su núcleo se comprimirá; la atmósfera del Sol aumentará y se tragará a los planetas más cercanos. Aun así, algunos planetas, los más lejanos, podrían sobrevivir a este evento.
P: ¿Se podría saber si han existido otros planetas en este sistema?
R: Depende. Lo que ocurre cuando una estrella aislada se vuelve gigante roja es que su atmósfera se traga a los cuerpos cercanos. Lo que hemos visto (no en este estudio, sino en general) es que al hacer esto está obteniendo muchos sólidos y metales, lo que hará que la atmósfera de la estrella cambie. Esto se puede observar mediante espectroscopía, pero el problema es que todavía no lo hemos hecho en el caso de las enanas blancas frías; solo podemos ver este tipo de estrellas cuando son muy calientes, precisamente porque tienen mucha luminosidad, de ahí que hayamos visto tan poquísimos planetas alrededor de una estrella enana blanca. Necesitamos telescopios muy grandes para detectar algo tan increíblemente tenue.
P: ¿Puede ayudarnos el estudio de exoplanetas a conocer más sobre nuestro propio sistema estelar?
R: Este tipo de descubrimientos nos ayuda a ver el futuro de lo que tenemos ahora, pero no nos dice nada sobre la formación del Sistema Solar. Para entender la formación de este tenemos que ir a otro tipo de exoplanetas, más jóvenes, que podemos observar mediante imagen directa. Este planeta alrededor de una enana blanca que hemos detectado es el futuro: su estrella nos muestra cómo será el Sol.
Se trata de información muy valiosa porque, hasta ahora, la investigación se había concentrado solo sobre los planetas alrededor de estrellas de secuencia principal o alrededor de estrellas jóvenes con el fin de entender la formación de los sistemas estelares. Sin embargo, no sabemos mucho sobre lo que ocurre después.
P: Hasta ahora nos hemos centrado en detectar y clasificar los tipos de exoplanetas que conocemos. Ahora iniciamos una nueva etapa: caracterizar la química de sus atmósferas. ¿Qué importancia tiene este estudio para valorar si un planeta es potencialmente habitable?
R: Para saber si un planeta es o no es habitable primero necesitamos saber si tiene una atmósfera. Que un planeta se encuentre dentro de la zona de habitabilidad no quiere decir que sea habitable; todo dependerá del tipo de formación que haya tenido el planeta y de la evolución que haya tenido su atmósfera dentro de todo ese proceso. Aun así, te diría que los estudios de atmósferas no son algo tan novedoso; lo que sí es novedoso es que seamos capaces de caracterizar atmósferas de pequeños planetas, ya que antes solo podíamos hacerlo con los planetas gigantes que, desde el punto de vista de la Tierra, no son habitables. Lo que ocurre es que todavía no hemos encontrado muchos planetas con masas similares a las de la Tierra.
P: ¿Seremos capaces de detectar y caracterizar exotierras con las nuevas misiones?
R: Es la idea que tenemos. Misiones como Plato (ESA) rellenarán el hueco de todo lo que no hemos podido ver hasta el momento porque nuestra tecnología no nos lo permitía. Las misiones como Tess o Kepler (ambas de NASA) nos han ayudado a ver cosas muy diferentes, pero todavía no hemos llegado al límite de sensibilidad de ser capaces de ver muchos exoplanetas con la masa de la Tierra. Lo que hemos hecho hasta ahora es observar un tránsito frente a una estrella grande repetidas veces, y ahí sí que podemos ver un planeta tan pequeño como el nuestro, pero no hemos detectado demasiado. Plato sin duda nos ayudará a encontrar estos planetas de una forma más sencilla y directa.
P: ¿Y cuál será el instrumento del futuro para poder ver las atmósferas de estos pequeños planetas?
R: Te diría que será Ariel (ESA). El James Webb (NASA, ESA y CSA) no es un telescopio dedicado exclusivamente al estudio de exoplanetas, mientras que Ariel se centra solo en la caracterización de atmósferas. Dependiendo del tipo de sistema que Plato encuentre o de aquellos que ya conozcamos, podremos ver si Ariel es capaz de estudiar la atmósfera de estos pequeños planetas.
P: ¿Qué dificultad presentan con respecto a las caracterizaciones de atmósferas que ya hemos hecho?
R: Bueno, en el caso de los planetas gaseosos es mucho más sencillo; su atmósfera es mayor, de modo que la cantidad de luz que atraviesa la atmósfera nos permite estudiar con más facilidad sus componentes. Sin embargo, en los planetas rocosos como la Tierra la atmósfera es mucho menor; nos costará más estudiar qué moléculas tienen abundancia en ese planeta. Cuanto menor es el planeta más difícil se vuelve detectar sus biomarcadores, pero esto no quiere decir que no se pueda hacer. Evidentemente necesitamos un estudio de las atmósferas para saber si estos planetas son potencialmente habitables.
P: ¿Cree que con Ariel y con James Webb lograremos caracterizar una atmósfera con biomarcadores similares a los de la Tierra?
R: Eso no podemos saberlo todavía. Podremos ver moléculas que existen en la Tierra y son muy comunes, como el agua o el metano. Quizás lo más complicado será ir a buscar biomarcadores más específicos como el ozono, un elemento que no es tan abundante en el universo. El verdadero problema está en que detectar elementos que no tienen tanta presencia como el agua es un trabajo que requiere mucho tiempo de observación. Esperamos poder saberlo en los próximos años, sin duda sería un descubrimiento impresionante.
Lucía Casas / Ayudas CSIC-FBBVA Comunicación Científica
Pedro Amado:
“En 20 años hemos pasado de pensar que éramos el único sistema estelar a saber que probablemente todas las estrellas en la galaxia tengan un planeta en promedio”
El investigador en Física de estrellas de baja masa y exoplanetas en el IAA-CSIC es el co investigador principal de CARMENES, el espectrógrafo encargado de detectar exoplanetas desde el Observatorio de Calar Alto de Almería.

PREGUNTA: Me gustaría que me contaras cómo surge CARMENES y qué trata de satisfacer en el campo de la ciencia exoplanetaria
RESPUESTA: Como todo en astrofísica, CARMENES y cualquier proyecto grande y ambicioso, surge de ideas que se van conectando entre varios investigadores. No es cuestión de una única persona a la que se le ocurre una idea y la lleva para adelante, esto no es posible en la ciencia actual. En particular la idea de CARMENES surge a partir de dos o tres investigadores que estábamos interesados en exoplanetas y astrosismología. Estas dos disciplinas han venido de la mano desde siempre. Las primeras misiones, como Corot, se centraban ya en obtener información sobre ambas cosas, ya que se nutren del mismo tipo de datos. Si una misión espacial está tomando datos de una estrella, esta información se puede utilizar tanto para la búsqueda de exoplanetas como para el estudio de las pulsaciones estelares. En ese momento propusimos un instrumento que aportara información a estas dos disciplinas, y el resultado fue CARMENES.
Así diseñamos CARMENES, con la idea de hacer un instrumento que funcionase en el infrarrojo. En principio, para ser más sensible a la luz que emiten las estrellas enanas rojas o estrellas de tipo M, porque queríamos hacer búsqueda de exoplanetas en estrellas más pequeñas.
P: ¿Qué ventajas nos ofrece observar este tipo de estrellas en el infrarrojo?
R: Este tipo de estrellas emiten la mayor parte de su luz en el infrarrojo cercano. Cuanto más fría es la estrella más hacia el rojo está el pico de la emisión de luz de la estrella. CARMENES tiene dos canales, visible e infrarrojo. Al recolectar la luz en el infrarrojo está recolectando mucha luz de las estrellas M, y esto hace que la precisión en las medidas de velocidad radial sea muy buena. Si recolectases la luz en el visible los errores dominarían la información.
P: ¿Y por qué enanas rojas?
R: Hay muchos argumentos, realmente. Son pequeñas, por lo tanto tienen más poca masa. Eso significa que cualquier planeta orbitando alrededor de la estrella se ve más, porque afecta más a su velocidad radial. La zona de habitabilidad está más cerca de la estrella, y eso significa que los períodos orbitales de los posibles planetas son más cortos, por tanto, puedes observar tránsitos o variaciones de la velocidad radial más veces en menos tiempo, lo cual ayuda a mejorar las precisiones de tus resultados. Al ser más pequeñitos los tránsitos también se benefician, porque un planeta de un tamaño determinado, si pones detrás una estrella como el Sol o una estrella muy masiva, el efecto que se produce en la curva de luz es mucho menor que si estuviésemos hablando de una enana roja. El tamaño de una estrella muy pequeñita y un júpiter son muy parecidos, de hecho.
P: Al medir la luz en infrarrojo desde la Tierra entra mucha luz parásita. ¿Cómo de sensible tiene que ser un instrumento para evitar lo máximo posible todo ese ruido?
R: CARMENES está diseñado para evitar toda la luz parásita en el infrarrojo que provenga de objetos calientes. Este instrumento se encuentra aislado al vacío y enfriado con nitrógeno líquido a 140 kelvin (-133 ºC). El tanque que aísla al espectrógrafo está suspendido para evitar cualquier tipo de vibración en el suelo, ya que a la medida del instrumento le pueden afectar perturbaciones mecánicas o cualquier vibración, ya sea de la cúpula o de gente andando por el pasillo… También es muy sensible a las temperaturas, incluso si una persona entra en la sala donde está CARMENES, solo con su temperatura corporal podría afectar a las mediciones. Tenemos que tener en cuenta muchísimas variables para evitar que las medidas se CARMENES se vean afectadas.
P: CARMENES empezó a trabajar en 2016. En ese momento, ¿era la única instrumentación terrestre que estudiaba en el infrarrojo para la búsqueda de exoplanetas?
R: Nuestra idea era utilizar el infrarrojo observando a la vez con el visible, así que nos lanzamos a la piscina y decidimos unir ambos canales y construirlos. La parte visible fue liderada más intensivamente por el equipo alemán y el infrarrojo lo construimos nosotros (desde el IAA-CSIC). CARMENES fue el primer instrumento que observó en ambos espectros a la vez y desde un mismo telescopio. Ahora mismo ya no se piensa en el paso intermedio, los esfuerzos se dirigen hacia construir estos dos espectrógrafos unificados”. Al utilizar los canales infrarrojo y visible, esta instrumento puede discriminar de manera mucho más evidente si la variación de la velocidad radial se debe a la existencia de un planeta o a la propia actividad de la estrella.
P: ¿Solo con la información que obtenemos utilizando las técnicas de tránsitos y medición de velocidades radiales podríamos saber si un planeta es habitable o tendremos que esperar a las caracterizaciones de atmósferas?
R: Va todo un poco de la mano. El primer paso es, con un planeta que transita, determinar su masa y obtener su densidad. Con esa densidad, en principio, podemos empezar a entender cómo se forman los planetas, por qué se forman en órbitas más cercanas planetas rocosos… los detalles de la formación planetaria. El estudio de las atmósferas nos dará información adicional, nos da información química sobre el planeta, que se puede empezar a relacionar con la química del interior, de la estructura interna del planeta, la composición de la nube a partir de la cual se formó todo, etcétera. Ese tipo de relaciones nos permite entender cómo evoluciona un sistema planetario con el tiempo, desde que se formó hasta hoy.
P: Es un poco sorprendente. Al final, los instrumentos que realmente van a ser capaces de estudiar la bioquímica de los exoplanetas todavía están preparándose ahora: James Webb, PLATO… y sin embargo, no son pocos los artículos que mencionan hallazgos como “descubierto un planeta que podría tener un diamante en su interior”. ¿Esto podemos saberlo realmente o esta información es, a día de hoy, un poco fantasiosa?
R: No, no podemos saber este tipo de cosas con esa contundencia. Podemos imaginar o suponer lo que puede estar pasando a raíz de lo que estamos viendo, pero también se han dado casos en los que la explicación real de algo era totalmente diferente a aquello que suponíamos en un principio.
En el Sistema Solar hay mucho conocimiento y muy profundo, pero el conocimiento que tenemos de los exoplanetas es muy reciente, ¡tan solo dos décadas! Y al principio solo conocíamos los de un tipo, los jupíteres calientes, que eran prácticamente los únicos que podíamos detectar en ese momento. Solamente con la mejora de la instrumentación comenzamos a ver planetas más y más pequeños. Tenemos que ir avanzando comparando lo que conocemos de exoplanetas, que sigue siendo poco en comparación a lo que conocemos del Sistema Solar, y con esos parámetros que conocemos. Creamos índices comparativos para poder relacionarlo con aquello que conocemos mejor, pero estos parámetros son muy básicos: masa, temperatura… no tiene nada que ver realmente con una habitabilidad real, porque ni siquiera sabemos qué condiciones exactas pueden hacer un planeta o una luna habitables.
P: ¿Cómo ha influido la detección de otros sistemas planetarios en el conocimiento que tenemos sobre el nuestro?
R: En 20 años hemos pasado de pensar que éramos el único sistema estelar. Lo piensas y es, realmente, un cambio de paradigma brutal. De partir de este punto a saber que probablemente todas las estrellas en la galaxia tengan un planeta en promedio… Lo cambia todo radicalmente. Lo que nos ha permitido la ciencia exoplanetaria es ver que los planetas son muy variados. Hay planetas fuera que en el Sistema Solar no existen, como por ejemplo las supertierras. Entender cómo se forman todos esos sistemas planetarios requiere de muchos números. A veces quizá no se le da la importancia suficiente al hecho de estar detectando tantos exoplanetas. ¡Otro más! Pero es que cada planeta aporta un poquito más a las estadísticas globales. Esto es necesario si queremos hacer promedios que sean fiables. Si solo conociéramos el Sistema Solar podríamos pensar que todos los sistemas planetarios son iguales, y ya hemos visto que no. Todavía nos falta mucho por conocer con respecto a muchos tipos de exoplanetas, como por ejemplo los que son de tipo rocoso, que son muy pequeñitos.
Toda esta información es muy válida. Y ahora lo que estamos intentando hacer es que, la información enorme de sistemas planetarios tan distintos que obtenemos, la cruzamos con el conocimiento muy preciso que tienen los investigadores del Sistema Solar. Solo investigan uno, el nuestro, pero lo conocen muy bien. Este conocimiento tiene que fluir entre las dos comunidades para conocer más sobre los procesos de formación de los sistemas estelares y, en particular, del nuestro. Podemos recrear el pasado, estudiando sistemas en formación y con estrellas jóvenes, y podemos ver cómo puede llegar a ser el futuro, con la detección de enanas blancas en sistemas donde siguen estando los planetas más alejados.
P: ¿Cuál será el futuro de CARMENES? ¿Cómo va a enfrentar el instrumento estos grandes retos tecnológicos?
R: Queremos que el instrumento sea competitivo mejorando su precisión, y para ello tenemos que estabilizar más el espectrógrafo, es decir, hacer que su ambiente sea más seguro eliminando aún más el ruido que pueda estar limitando las mediciones del instrumento.
P: ¿Cuánto queda para eso?
R: Esperemos que no mucho. El siguiente punto será estudiar con detalle esos planetas, pero para eso tendremos que esperar unos diez, quince años. Ahí ya podremos estudiar realmente las atmósferas en busca de biomarcadores. Yo creo que hay algo que nos motiva a muchos a hacer este trabajo: Finalmente averiguar si hay vida fuera de la Tierra. Hace años pensábamos que el Sistema Solar era único y que, por tanto, solo existía vida en nuestro planeta. Quizás dentro de otros diez años o bien hemos encontrado vida en otro planeta del Sistema Solar o bien encontraremos biomarcadores en exoplanetas que solo puedan deberse a la existencia de vida. Yo con eso me conformaría; saber que hay vida más allá de nuestro planeta…
Lucía Casas / Ayudas CSIC-FBBVA Comunicación Científica